12 febrero 2012

EL HOMBRE Y EL MUNDO Filosofía de la Ciencia y de la Naturaleza



 

Por Juan Pablo Montero Palacios[1]

INTRODUCCIÓN.

Las aproximaciones hechas en los capítulos anteriores han mostrado algo de historia de la filosofía, los instrumentos del filosofar y el poderoso horizonte propio de la reflexión filosófica, a saber, el ser. Sin embargo, el campo de la acción filosófica no se “reduce”[2] al campo de lo trascendental y “abstracto”. La tarea filosófica se encarga, también, de reflexionar en torno a las cuestiones fundamentales de la naturaleza (φύσις) y de la misma ciencia, entendida en los términos de los movimientos modernos.

De esta manera, la siguiente exposición pretenderá ofrecer una visión histórica del problema científico, además de un análisis de las condiciones de posibilidad de los requerimientos de toda ciencia, sobre todo en los contextos actuales, en los que el carácter científico ha hecho patente la necesidad de las reflexiones filosóficas, en búsqueda de la recuperación de los fundamentos primarios de la racionalidad científica.


1. DEL CONOCIMIENTO EMPÍRICO COTIDIANO AL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO SOFISTICADO.

- Cotidianidad y cientificidad.
- La “via antiqua” de la ciencia.
- El renacimiento y la “nova scientia”.
- La fundamentación filosófica de la nueva ciencia. Génesis de la modernidad.
- La caracterización de la ciencia moderna y su reflexión filosófica.

COTIDIANIDAD Y CIENTIFICIDAD.

Es bueno empezar por la caracterización radical del problema a tratar en esta sección. En efecto, seguimos hablando del conocimiento, en cuanto es fuente y culmen de todo desarrollo de la ciencia. Las determinaciones científicas, evidentemente, han cambiado diametralmente, de tal suerte que no es lo mismo hablar de la “ciencia” para Aristóteles que para Comte (sólo por citar un ejemplo). Dada esta situación, haré, en primer lugar, una diferenciación entre conocimiento cotidiano y el moderno conocimiento científico.

1.      Conocimiento cotidiano. Sin ánimo de ofender, algunos autores designan también a este tipo de conocimiento como “vulgar”, no en el sentido sumamente peyorativo del término, sino en la medida en que este conocimiento es de carácter pre-científico, lo cual significa que no sobrepasa las escalas de lo cotidiano, lo vivido, lo abstracto, etc. No se trata aquí de hacer una devaluación de los aportes del conocimiento cotidiano; por el contrario, “lo que ahora denominamos saber vulgar, por lo menos para el hombre de ciudad, está impregnado de nociones científicas y pseudo-científicas que han ido pasando insensiblemente al uso de todos, organizándose espontáneamente en lo que se suele llamar verdades de sentido común”[3].

No se puede afirmar que en el conocimiento cotidiano no exista un nivel propio de reflexión, ni mucho menos la adquisición de una serie de “verdades”. Pero es probable que las pretensiones del mero conocimiento empírico sean demasiado elevadas y estén reclamando por un estatuto científico inalcanzable.

Este estadio del conocimiento se vio superado desde las mismas reflexiones de los presocráticos, por medio de la acuñación de datos de la experiencia y los intentos de sistematización de ellos. No obstante, el reclamo del estatuto científico como tal fue hacho desde el renacimiento y, sobre todo, con el ideal de la modernidad.

2.      Conocimiento Científico. En el contexto de la modernidad, consiste en toda sistematización de los datos obtenidos por la experiencia, siguiendo siempre un método, lo que implica un cierto conocimiento previo de lo que se desea alcanzar. Se supone que el conocimiento aportado por la ciencia es el más exacto en el campo de la razón humana, y es precisamente ése su estandarte propio.

La cientificidad es caracterizada por la idea de verificabilidad, en tanto que todo el conocimiento adquirido científicamente sustenta sus bases en la adecuada demostración de sus investigaciones. Lo anterior implica el paso importante que da el hombre de lo cualitativo a lo cuantitativo, pero esto es tema posterior. Ahora es necesario ver cómo se dio el proceso de la deducción a la inducción en el conocimiento.

LA “VIA ANTIQUA” DE LA CIENCIA.

Si bien se habló ya del conocimiento científico como verificación, precisión, experimentación, en el sentido de los antiguos no se encuentra de manera tan taxativa esta definición, de forma tal que no sería conveniente aplicar a sus reflexiones la caracterización moderna; pero es siempre importante tener en cuenta que la ciencia conoce sus orígenes en la filosofía y, de forma concreta, en la filosofía antigua. Por tanto, haré un repaso histórico a través de los presocráticos, haciendo un alto en Aristóteles y examinando el recorrido del medioevo.

1.      La “cosmología” presocrática”. Son bien conocidos los precursores de la filosofía por sus múltiples investigaciones en el campo del conocimiento de la φύσις. Se puede decir que ya en esa época hubo una serie de asombrosas investigaciones de carácter científico. La asombrosa predicción que hizo Tales de Mileto sobre un eclipse (según cuentan) es un buen ejemplo del uso de la razón en la observación de los datos de la experiencia. Anaximandro hizo un mapa de la tierra, valiéndose de una serie de mediciones. Ahora bien, la ciencia matemática, tan venerada en la modernidad, obtuvo magistrales desarrollos en la escuela pitagórica.

Sin embargo, tampoco se puede decir que los presocráticos fueron propiamente científicos, dado que todas sus investigaciones se encaminaron siempre a una explicación metafísica del mundo[4]. La “ciencia” presocrática no logró desprenderse totalmente de la concepción fantasiosa del mundo griego; hasta en Platón mismo hay un fortísimo toque de magia y mito. Pero esta visión nos ayuda a entender, definitivamente, que la ciencia no surgió de golpe en el pensamiento humano, sino, por el contrario, se desarrolló en un proceso que no puede ser desconocido.

2.      Aristóteles: La “prima scientia”. Se puede decir que el mayor desarrollo científico en la antigüedad fue promulgado por el gran maestro de occidente: Aristóteles. En efecto, la filosofía del estagirita “sobrepasa con mucho a todos sus sucesores, por la originalidad del método que le permitió anticipar la ciencia de futuros milenios”[5].

Las investigaciones de Aristóteles constituyeron –y constituyen aún- un sólido punto de apoyo para los desarrollos posteriores de la ciencia. Además de su metafísica, de la cual ya se ha hablado, el compendio de las obras aristotélicas abarca una estelar gama de problemas (que permanecen todavía en nuestros tiempos): Zoología, astronomía, medicina (estudios anatómicos), filología, lógica, entre otros.

Lo que atañe a los intereses de este trabajo es, precisamente, el método del que se sirvió Aristóteles para sus investigaciones. Si bien la filosofía anterior, en concreto la platónica, se había servido de la deducción de la causa formal o ideal para explicar la multiplicidad de fenómenos del mundo y la vida concreta del hombre, la propuesta metodológica de Aristóteles, la inducción, se valía de la observación de los fenómenos para extraer las explicaciones universales y esenciales del devenir natural.

Es importante aclarar que Aristóteles trabajó con lo que en la época tenía al alcance. No podemos pedirle al Filósofo una explicación severamente rigurosa y altamente comprobable, a la manera de los científicos modernos, dado que él no contaba con instrumentos de la precisión actual. Lo que se debe decir de Aristóteles es que es el legítimo “padre de la ciencia”, en cuanto la proposición de su método y su aplicación lograron resultados increíbles para la posteridad.

3.      La tradición científica en el medioevo. Como se debe saber, la recuperación y recopilación de las obras aristotélicas en la edad media fue llevada a cabo por los árabes, no por los latinos. Es más, la “aristotelización” de estos últimos no se hubiera dado si no hubiera habido contacto con el mundo islámico. Pensadores como Avicena y Al Farabi fueron grandes estudiosos de la ciencia de Aristóteles y, si el Islam no hubiera sido contaminado por el fanatismo impulsado por los turcos, bereberes y mongoles, quienes obligaron al buen musulmán a repudiar la filosofía[6]. Afortunadamente, se dio la transmisión de los conocimientos adquiridos a los latinos.

Tal vez el mayor pensador de la doctrina aristotélica fue santo Tomás de Aquino, con sus múltiples comentarios a Aristóteles y las interpretaciones aplicadas en el contexto de la escolástica. El gran problema de esto fue la poderosa cristianización de la ciencia. En efecto, la filosofía como ancilla theologiae se ve sustraída casi siempre a la reflexión sobre el poder de Dios y las teorías creacionistas, de tal manera que la “ciencia” vuelve a la deducción y se sumerge en el fango de la incredulidad y la cerrazón ante los desarrollos de los científicos. Todo esto reafirmado por la prohibición eclesiástica de la enseñanza de la filosofía de Aristóteles, por lo menos en los centros de educación católica.

Con Nicolás de Cusa[7], el estudio de la naturaleza recobra un cierto carácter renovado, como anunciando ya los adelantos alcanzados en el renacimiento. En resumen, la contribución del cusano a la ciencia consistió en el fuerte cuestionamiento de la doctrina tolemaica según la cual el universo es estático y la tierra es su centro. Es la preconización de los estudios copernicanos y galileanos.

En conclusión, la doctrina científica se vio fuertemente beneficiada por la filosofía de Aristóteles, pasó por los árabes, pero decayó con la cristianización medieval y la doctrina escolástica. Como se puede apreciar, los rasgos del renacimiento no fueron propiamente espontáneos, sino que se lograron como fruto de una constante crítica de la racionalidad medieval y de las nuevas especulaciones, sobre todo en la decadencia de la edad media.

EL RENACIMIENTO Y LA “NOVA SCIENTIA”.

El período de la humanidad, llamado renacimiento, consistió en una emancipación espiritual, en sus inicios artística y cultural, entre la segunda mitad del siglo XIV y el siglo XVII, con el nacimiento de la modernidad. Las ideas del renacimiento fueron sustancialmente innovadoras y de una rebeldía impresionante.

A pesar de que el renacimiento no fue pensado en términos de desarrollo científico, sino en términos de arte, literatura y afines[8], los nuevos descubrimientos científicos no podían permanecer ocultos. Ya las universidades se habían convertido en centros de retórica y de discusiones vacuas, en torno a un montón de tautologías. De esta manera, pues, los nuevos sabios empezaron a trabajar bajo la sombra de los grandes centros de enseñanza de la autoritas, propugnando así el vencimiento del temor al conocimiento. En este contexto precisamente se desarrolla la reforma protestante (siglo XVI) con Martín Lutero; también las exageraciones del arte barroco, los asombrosos inventos de Da Vinci, etc.

Por otra parte, la historia de la astronomía dio un giro drástico en el siglo XVI como resultado de las aportaciones del astrónomo polaco Nicolás Copérnico. Dedicó la mayor parte de su vida a la astronomía y realizó un nuevo catálogo de estrellas a partir de observaciones personales. Debe gran parte de su fama a su obra “De revolutionibus orbium caelestium” (1543), donde analiza críticamente la teoría de Tolomeo de un Universo geocéntrico y muestra que los movimientos planetarios se pueden explicar atribuyendo una posición central al Sol más que a la Tierra.

“No se prestó mucha atención al sistema de Copérnico, o sistema heliocéntrico, hasta que Galileo descubrió pruebas para defenderlo. Gran admirador secreto de la obra de Copérnico, Galileo vio su oportunidad de probar la teoría copernicana sobre el movimiento de la Tierra cuando se inventó el telescopio en Holanda. En 1609 construyó un pequeño telescopio de refracción, lo dirigió hacia el cielo y descubrió las fases de Venus, lo que indicaba que este planeta gira alrededor del Sol. También descubrió cuatro lunas girando alrededor de Júpiter. Convencido de que al menos algunos cuerpos no giraban alrededor de la Tierra, comenzó a hablar y a escribir a favor del sistema de Copérnico. Sus intentos de difundir este sistema le llevaron ante un tribunal eclesiástico. Aunque se le obligó a renegar de sus creencias y de sus escritos, esta teoría no pudo ser suprimida”[9].

La teoría heliocéntrica constituyó un golpe fuerte a la cultura media de la época, ya que el descubrimiento de un universo ilimitado dejaba muy mal parada a la ciencia desarrollada hasta el momento y a la tradición eclesiástica[10].

Los desarrollos renacentistas llevaron al espíritu humano a las puertas de la modernidad, en donde la cientificidad vino a ocupar un privilegiado lugar en la historia de la humanidad.

LA FUNDAMENTACIÓN FILOSÓFICA DE LA NUEVA CIENCIA. GÉNESIS DE LA MODERNIDAD.

Ante tales desarrollos, la reflexión filosófica se dio cuenta de que esta “nueva ciencia” requería inmediatamente de una fundamentación lógico-metodológica, por así decirlo.
Esta fundamentación se llevó a cabo entre dos corrientes de pensamiento, orígenes de la filosofía moderna: racionalismo y empirismo, cada una con su principal representante.

1.      René Descartes (1596-1650). El “padre de la modernidad” se preocupó mucho por hallar un punto de apoyo realmente sólido en las ciencias; es por esto que plantea su máxima “cogito, ergo sum”[11]. Teniendo al “yo” como fundamento seguro de la ciencia (y a Dios como su garante), Descartes instaura el método de la duda, según el cual no se puede aceptar como verdadero nada que no sea claro y distinto. Fue realmente un gran aporte al desarrollo científico, a pesar de los errores metodológicos y epistemológicos que supuso el cartesianismo.

2.      Francis Bacon (1561-1626). De la tradición empirista, se le reconoce haber aportado a la lógica el método experimental inductivo, ya que anteriormente se practicaba la inducción mediante la simple enumeración, es decir, extrayendo conclusiones generales de datos particulares. El método de Bacon consistió en inferir a partir del uso de la analogía, desde las características o propiedades del mayor grupo al que pertenece el dato en concreto, dejando para una posterior experiencia la corrección de los errores evidentes. Este método representó un avance fundamental en el método científico al ser muy significativo en la mejora de las hipótesis científicas.

LA CARACTERIZACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA Y SU REFLEXIÓN FILOSÓFICA.

Teniendo en cuenta los elementos mencionados anteriormente, se puede decir que la ciencia ha sufrido una serie de severos y rigurosos cambios, no sólo en sus metodologías, sino también en la misma forma de concebir el mundo de los fenómenos en el devenir del desarrollo humano.

Después de Descartes y Bacon, la especialización de la ciencia ha sido cada vez mayor, de forma tal que es difícil, en nuestros tiempos, elaborar una clasificación más o menos taxativa de ella. Es de esperarse, pues, que la reflexión filosófica intente abarcar el problema de la ciencia buscando un resquicio de unidad en medio de su multiformidad, algunas veces privilegiándola sobre toda otra reflexión (cientismo, positivismo), otras, intentando una re-encarnación (humanización) de los adelantos científicos.

A modo de conclusión, quiero proponer un cuadro comparativo en el que se establece conexión entre las ciencias antigua y moderna, haciendo ciertos énfasis en puntos que considero vitales para la reflexión de una filosofía de la ciencia.



REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA.

  Biblioteca de Consulta Microsoft ® Encarta ® 2005. © 1993-2004 Microsoft Corporation.
  DESCARTES, René. Discurso sobre el método. Madrid, Alfaguara, 1975.
  DESCARTES, René. Reglas para la dirección del espíritu. México, Universidad autónoma de México, 1972.
  HIRSCHBERGER, Johannes. Historia de la Filosofía. Barcelona, Herder, 1997.
  JAEGER, Werner. Aristóteles. México, Fondo de cultura económica, 2001.
  KOYRÉ, Alexandre. Del mundo cerrado al universo infinito. España. Siglo veintiuno editores, 1979.
  KOYRÉ, Alexandre. Estudios de historia del pensamiento científico. España, Siglo veintiuno editores, 1988.
  LONERGAN, Bernard. INSIGHT. A study of human understandingGlasgow, Longmans, 1957.
  MACHAMER, Peter. The Cambridge companion to Galileo. USACambridge, 1999.
  PELTONEN, Markku. The Cambridge companion to Bacon. USACambridge, 1996.
  ROMERO, FranciscoLógica. Buenos Aires, Losada, 1973.





[1] Actualmente es estudiante de Derecho de la Universidad Católica. Correo electrónico: juanpablomonterop@yahoo.com.ar
[2] Entre comillas el término, dado que decir que la reflexión filosófica se reduce es una contradicción con la propia definición de filosofía.
[3] ROMERO, Francisco. Lógica. Buenos Aires, Losada, 1973.
[4] Cf. HIRSCHBERGER, Johannes. Historia de la filosofía I. Págs. 44-52.
[5] JAEGER, Werner. Aristóteles. Pág. 377.
[6] Cf. KOYRÉ, Alexandre. Estudios de historia del pensamiento científico. Págs. 18-21.
[7] Nicolás de Cusa (1401-1464). Filósofo y matemático alemán, de fuerte influencia platónica, que participó en el concilio de Basilea (1431-1449) y fomentó múltiples desarrollos en astronomía.
[8] Cf. KOYRÉ, A. Op. cit. Págs. 41-43.
[9] Biblioteca de Consulta Microsoft ® Encarta ® 2005. © 1993-2004 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.
[10] Cf. KOYRÉ, Alexandre. Del mundo cerrado al universo infinito
[11] Descartes, René. Discurso sobre el método. Pág. 12.