Por Carlos Alberto Marmelada Sebastián
Ampliación del artículo Últimas noticias: El universo se expande a ritmo acelerado. Teorías sobre el Big Bang con Dios al fondo, publicado en Aceprensa; Servicio 154/00 del 15.XI.00.
En: http://www.unav.es/cryf/cosmologiaactual.html Rescatado: 23/04/2011/20:30:45:20
1.- El universo en
expansión.
El Universo y sus astros siempre han ejercido una
fascinación que ha cautivado al espíritu humano. Desde tiempos inmemoriales el
hombre ha ansiado conocer el origen y la estructura del Universo; hoy, además,
desearíamos saber cuál será su destino final. Gracias a las nuevas teorías
científicas y al espectacular avance de los instrumentos y las técnicas
observacionales en el siglo XX hemos logrado elaborar una cosmovisión capaz de
dar respuestas científicas plausibles a estas preguntas. ¿Cuál es la génesis
histórica de nuestra actual cosmovisión? ¿Cuáles son sus fundamentos? ¿Qué
limitaciones tiene?
Durante milenios la humanidad creyó que el Universo era
eterno, esférico y de un tamaño muy reducido, en comparación con las
dimensiones actualmente conocidas. A principios del siglo XX se produjo un
cambio cualitativo en el campo de las concepciones cosmológicas. A partir de
los trabajos publicados en 1917 Einstein propuso una imagen del Universo que se
caracterizaba por ser esférico y estar en equilibrio. Teóricamente la fuerza de
atracción gravitacional, después de miles de millones de años de existencia,
debería de haber colapsado el Universo. Pero resulta evidente que esto no ha sucedido.
Según el físico alemán el Universo no se colapsa porque existe una fuerza de
repulsión que contrarresta los efectos de la atracción gravitatoria y hace que
permanezca en equilibrio. Einstein denominó a dicha fuerza que equilibraba el
Universo:constante cosmológica, y la representó con el término Lambda. El
holandés Wilhelm De Sitter, partiendo de los trabajos de Einstein, afirmó que
el Universo estaba en expansión y lo hacía de forma espiral. Por su parte, el
físico ruso Alexander Friedmann, apoyándose en los estudios de los dos autores
citados, sostuvo que el Universo de Einstein no era estable, sino que variaba
en el tiempo, ya fuera expandiéndose o contrayéndose, en cualquier caso Lambda
era un parámetro inútil.
En 1927 un sacerdote católico belga, Georges Edward Lemaître
(1894-1966), partiendo de las teorías de Friedmann, propuso la hipótesis de que
las galaxias procediesen de un núcleo inicial que denominó “huevo cósmico” o “átomo
primigenio”. En efecto, si Friedmann tenía razón y el universo se hallaba en
expansión, al recorrer el tiempo a la inversa, es decir, del presente hacia el
pasado, deberíamos llegar a un instante en el que t (tiempo) fuera
igual a cero (t=0). En ese momento toda la materia del Universo estaría
concentrada en un punto del espacio-tiempo denominado singularidad cósmica o singularidad
del Big-bang. En un volumen mínimo, se concentraría toda la masa del Universo,
lo que significa que tanto su densidad como su temperatura serían descomunales.
Hasta principios de los años treinta todo esto no era más
que pura teoría, no existía ningún indicio experimental que avalara estas
hipótesis. Pero fue por esas fechas cuando el astrónomo norteamericano Edwin
Hubble (1889-1953) comenzó a publicar los resultados de sus trabajos
experimentales llevados a cabo la década anterior. Hubble analizó la luz
procedente de las galaxias y llegó a la conclusión de que las que se hallaban
más lejos de nosotros sufrían en el espectroscopio un “corrimiento hacia el
rojo” más acelerado que las que estaban más cerca. Esto significaba que cuanto
más distante de nosotros se hallase una galaxia a mayor velocidad se iba
alejando. Por primera vez se tenía una muestra experimental a favor de la
expansión del Universo 1 .
En 1948 George Gamow, Ralph Alpher y Robert Hermann,
hicieron pública una reformulación de la teoría de Lemaître, destacando el
hecho de que predecían teóricamente la existencia de unaradiación cósmica de
fondo (RCF) fruto de la explosión inicial, algo así como el eco de la gran
explosión. Pero la teoría del Big-bang, continuaba siendo demasiado hipotética
y, además, no lograba resolver serias dificultades, tales como la datación de
la antigüedad del Universo cuyos cálculos arrojaban resultados a todas luces
imposibles, pues le daban al Universo una edad inferior a la del sistema solar 2 ; además, sólo se hallaba una
explicación correcta para la formación del hidrógeno y del helio, pero no para
la de los restantes elementos químicos por entonces conocidos.
2.- El Universo
estable.
En 1948 Hermann Bondi y Thomas Gold, con la posterior
incorporación de Fred Hoyle 3 , propusieron una teoría cosmológica
alternativa a la del Big-bang. Según estos autores el Universo estaba en
expansión, pero no tenía ningún origen en el tiempo. No existía ningún instante t=0.
El Universo era eterno y, aunque se hallaba en expansión, siempre había
permanecido igual, fuera cual fuera la región del espacio que observáramos.
Esto era así porque se creaba materia continuamente, de manera que la nueva
materia creada iba ocupando el espacio dejado por las galaxias en expansión.
Esta propuesta recibió el nombre de “Teoría del Estado estacionario” (Steady
State) y afirma la existencia de un Universo homogéneo eisótropo, es
decir, que tiene el mismo aspecto sea cual sea la región del espacio que
observemos y el tiempo (momento) en el que lo hagamos. Estas dos
características, homogeneidad e isotropía, son conocidas con el nombre dePrincipio
cosmológico perfecto. La Teoría del Estado estacionario rechazaba totalmente la
hipótesis de que existiera una RCF, puesto que, según ellos, no había habido
ninguna explosión inicial, lo que significaba que en caso de descubrirse su
existencia esta teoría se vería seriamente comprometida.
Es muy importante subrayar que los motivos ideológicos no
estuvieron ausentes en la formulación de esta teoría. En efecto, la hipótesis
del Big-bang parecía implicar la existencia de un Creador que debería ser el
autor delátomo primigenio que al explotar daría lugar a nuestro Universo.
La teoría del Estado estacionario prescindía de un Creador porque no había
ningún instante inicial a partir del cual surgiera todo. El Universo
simplemente era eterno; o lo que es lo mismo, por decirlo con una expresión de
Stephen Hawking: carecería de borde en el tiempo.
3.- El big-bang de
la “Teoría del Big-Bang”.
Después de más de una década de fuerte crisis en 1964 la
teoría del Big-bang recibió un impulso inesperado. Dos ingenieros
norteamericanos, Arno Penzias y Robert Wilson hallaron, casualmente, la célebre
radiación cósmica de fondo. Esto significo un golpe funesto para la teoría del
Estado estacionario y supuso el aldabonazo definitivo para la teoría del
Big-bang. En 1992 el satélite COBE confirmó este hallazgo con la detección de
más radiación de fondo.
Naturalmente todas las dificultades no desaparecieron de
golpe por el hecho de haber hallado la RCF. La pregunta sobre ¿qué había antes
del Big-bang? se volvió más acuciante. Ahora bien, se trata de una pregunta
absurda por definición, por la sencilla razón de que la Teoría del Big-bang lo
que precisamente afirma es que tanto el espacio como el tiempo, se crearon en
el mismo momento de la gran explosión, o lo que es lo mismo: espacio y tiempo
nacieron con el Universo, son propiedades suyas y, por lo tanto, no pueden
existir al margen de él. Por consiguiente, no tiene sentido preguntar qué había
antes del tiempo, puesto que la pregunta, formulada de esta forma, implica la
afirmación de la existencia del tiempo antes de que el tiempo existiera, lo que
resulta contradictorio.
También podríamos preguntarnos ¿qué es lo que sucedió para
que se produjera el Big-bang? La pregunta también es científicamente absurda.
Todo lo que sea preguntar por las condiciones anteriores a t=0 carece
de sentido, desde el punto de vista de los métodos de investigación de la
ciencia positiva, tanto en su rama experimental como en su vertiente puramente
teórica. Es más, los científicos afirman que ni siquiera podemos preguntarnos
¿cómo fueron los primeros instantes de la existencia del Universo?, entendiendo
por “primeros instantes” el tiempo transcurrido entret=0 yt=10-43 segundos.
Esto se debe a una razón muy simple, nuestros conocimientos científicos acerca
de la realidad material sólo son válidos a partir de un instante superior at=10-43 segundos(el
denominado Tiempo de Planck) posterior a la gran explosión. ¿Qué sucedió entre t=0 y t=10-43 segundos?
J.S. Trefill dice que es el “Reino de los dragones”. ¿Qué significa esto? Muy
sencillo, se trata de una manera simpática y divertida de reconocer que no
tenemos ni la menor idea. De momento el Tiempo de Planck representa un umbral
infranqueable para el conocimiento científico experimental. Se puede hacer
alguna incursión especulativa, pero todavía resulta un ámbito de investigación
que supera nuestras capacidades actuales; porque en esta etapa de la historia
del Universo la temperatura, la densidad y la presión son tan altas que las
leyes de la física se derrumban perdiendo su significado. ¿En el futuro
podremos disponer de elementos teóricos que nos permitan saber con certeza algo
de esta época? Tal vez. Pero también podría tratarse de un horizonte
definitivamente infranqueable, un límite físico absoluto del conocimiento
humano.
4.- El Universo
pulsante.
Para superar las dificultades que representaba la afirmación
del origen temporal del Universo, pero intentando superar el desprestigio en el
que había caído la teoría del Estado estacionario, en los setenta se propuso
una nueva hipótesis cosmológica que aceptaría la existencia de una gran
explosión pero descartaría cualquier referencia a un Creador (ésta era una
motivación ideológica muy importante en la afirmación y aceptación de esta
teoría cosmológica). Se trata de la teoría del Big-crunch. El Universo se
expandiría fruto de una gran explosión, pero al haber una cantidad de materia
superior a un determinado valor, denominado “densidad crítica de materia” y
representado por la letra griega Omega, la atracción de la gravedad
primero detendría la expansión y, luego, contraería el Universo hasta
colapsarlo sobre sí mismo. La disminución del volumen del Universo provocaría
un aumento de su temperatura, de su densidad y de la presión produciendo una nueva
explosión cósmica que daría lugar a otro Universo, pero que nuevamente vería
frenada su expansión por la acción de la gravedad, para contraerse y volver a
iniciar un nuevo ciclo. Este proceso se repetiría infinitas veces. La
resultante: un Universo sin origen ni fin.
Respecto a esta teoría cabe comentar tres cosas:
a) Los estudios más recientes que se han llevado a cabo en
este campo indican que la cantidad de materia (visible, oscura y antimateria)
existente es inferior a la densidad crítica de materia, lo que significa que la
fuerza de la gravedad no podrá detener la expansión cósmica, de manera que el
Universo no podrá colapsarse dando lugar a un nuevo Big-bang y, con ello, a
otro Universo.
b) En segundo lugar cabe destacar la objeción formulada por el
prestigioso Premio Nobel de Física Steven Weinberg. Según este autor, cada uno
de los ciclos de explosión-implosión experimentado por el Universo debería
comenzar con una cantidad de fotones (luz) mayor que la del ciclo anterior. Al
haberse producido un número infinito de ciclos (recuérdese que la teoría del
Big-crunch postula que no existe ningún tipo de inicio en el tiempo, no existe
ningún ciclo inicial) actualmente debería de haber una cantidad de luz
infinita, lo que significa que, de ser cierto el argumento de Weinberg, no
existiría la “oscuridad de la noche” 4 .
c) Finalmente se deben destacar los motivos ideológicos por
los que es apreciada esta teoría. En efecto, sucede que, tal como reconoce
Weinberg: “algunos cosmólogos se sienten atraídos por el modelo de las
oscilaciones porque, como el modelo del estado estable, evita bien el problema
del Génesis” 5 . Sin embargo, ni el modelo del
Big-crunch (oscilaciones) ni el modelo del Steady state (estable) evitan, ni
bien ni mal, el “problema del Génesis” (la no necesidad de un Creador), ya que
estas dos teorías físicas se basan en el error filosófico de suponer que la
creación sólo puede darse si lo creado llega a la existencia a partir de un
instante dado, sin comprender que no sería irracional admitir la hipótesis de
una creación que fuera eterna. En efecto, un Dios omnipotente y eterno podría
crear el Universo o bien en un momento determinado, o bien podría hacerle
existir desde toda la eternidad, de manera que el Universo sería eterno pero
creado, o dicho de otro modo: podría ser coeterno con su creador si es que esa
fuese su voluntad. Esto último sería metafísicamente posible pro la sencilla
razón de que la creación no consiste en la simple posición del ente en el
tiempo, sino en la donación del ser al ente, o lo que es lo mismo: en la
participación que el ente tiene del ser; y esto, el Creador, podría hacerlo a
partir de un instante determinado (t=0) o desde siempre (t=infinito). En
definitiva, se trataría de algo que formaría parte de su libre elección.
5.- La auto-creación
del Universo.
Para salvar el escollo de ambas teorías, a partir de la
década de los ochenta, y sin abandonar totalmente el ámbito de las motivaciones
ideológicas, algunos científicos, entre los que destaca Stephen Hawking,
propusieron la noción de Auto-creación del Universo. Éste habría tenido un
comienzo en el tiempo (con lo que se descartaría la teoría del Estado
estacionario), pero no estaría sometido a un continuo flujo y reflujo de ciclos
de expansión y contracción (rechazándose así la teoría del Big-crunch). Sin
embargo, no cabría pensar en ningún Creador, ya que el Universo se habría
creado a sí mismo.
Ya el griego Parménides, hace más de dos mil quinientos
años, había advertido que desde el no-ente absoluto no podía surgir el ente.
¿Qué le habría impulsado a existir? Se preguntaba el metafísico de Elea. Es más
¿Por qué el universo empezaría a existir a partir de un momento determinado y
no antes o después si era eterno?. En definitiva ¿cómo sería posible que el
Universo se creara sí mismo? Según estos autores el Universo podría haberse
originado a partir de fluctuaciones topológicas de la gravedad cuántica,
realizadas sin causa alguna, y que habrían dado lugar a estructuras
espacio-temporales creadas a partir de la nada cuántica, este proceso es
denominado “transición topológica”. A partir del espacio-tiempo vacío se
producirían partículas materiales mediante fluctuaciones del vacío
cuántico; finalmente, el Universo se crearía a partir de esas partículas de
acuerdo con las leyes físicas que producirían el Big-bang. Esta concepción
cosmológica se basa en teorías altamente hipotéticas, incluso alguna de ellas
todavía no tiene un estatuto epistemológico claramente definido (este es el
caso, por ejemplo, de la Teoría de la gravedad cuántica, teoría que intenta
unificar la relatividad general y la mecánica cuántica), lo que resulta admitido
incluso por sus propios partidarios.
La auto-creación del Universo se basa en dos extrapolaciones
difícilmente justificables desde un punto de vista científico. En primer lugar
hay que señalar que las teorías sólo pueden ser consideradas científicas si sus
hipótesis pueden ser sometidas al control de un experimento, ya sea real o
imaginario (Galileo y Einstein, por ejemplo, utilizaron mucho este tipo de
experimento). Pues bien, la nada absoluta, es decir, la nada
metafísica, no es, por definición, algo que pueda relacionarse con ningún tipo
de experimento, ni real ni posible, por lo tanto se trata de una idea que cae
totalmente fuera del campo de la ciencia. El método de investigación científico
lo que hace es relacionar un estado físico con otro, de manera que el origen
absoluto del Universo, entendido como creación absoluta a partir de la nada,
caería fuera del terreno de la ciencia ya que ésta, la nada absoluta, no es un
estado físico experimentalmente analizable. Así pues, cuando algunos
científicos dicen que el Universo pudo haberse creado a sí mismo desde la nada
no se están refiriendo al concepto de nada utilizado por la metafísica o la
teología creacionista. De modo que, esa nada de la que surgiría el Universo
habría de ser, de alguna manera, no un vacío absoluto, sino “algo”. Esta
confusión conceptual se da también con otros términos (v. gr.: espacio, tiempo,
materia, vacío, etc.…) que tienen sentidos distintos si los consideramos desde
una perspectiva filosófica o científica. Por ello se debe tener muy claro cuál
es el significado conceptual de un término cuando estamos trabajando en un
ámbito del saber humano (el científico, por ejemplo) o en otro (como podría ser
el filosófico o el teológico). Precisar claramente el significado de los
conceptos utilizados en nuestros razonamientos delimitando el campo semántico
en el que vamos a utilizarlo podría evitar muchos malos entendidos al hacer que
cada área del saber humano permanezca en el plano que le es adecuado.
En segundo lugar se debe tener presente que las teorías de
la auto-creación del Universo se basan en la combinación de múltiples elementos
procedentes de diversas teorías científicas; elementos que constituyen,
precisamente, sus puntos más polémicos. Por ejemplo, de la mecánica cuántica se
toma la controvertida idea de que existen fenómenos sin causa, y la afirmación
de que puede crearse -y aniquilarse- materia, ambas afirmaciones requieren
matizaciones y su sentido se limita, como es lógico, al ámbito de la física.
Extrapolarlas más allá de dicha ciencia es un error y esto es, precisamente, lo
que sucede cuando se pretende utilizar estas tesis para afirmar la
auto-creación del Universo. Otra confusión se produciría al identificar el vacío
cuántico de la física con la nada absoluta de la ontología. De
la relatividad general se extraería la idea de que el espacio y el tiempo
pueden ser considerados estructuras independientes de la materia, sin embargo
la teoría general de la relatividad lo que afirma es que las zonas donde hay
materia son, desde el punto de vista matemático, regiones en las que el
espacio-tiempo tienen una mayor curvatura, que serían los cuerpos materiales.
En definitiva, las teorías que postulan la auto-creación del
Universo se basan en afirmaciones altamente hipotéticas, en combinaciones de
elementos teóricos discutibles y, además, en la transmutación semántica de
algunos términos utilizados por diversas ramas de la ciencia e incluso de la
filosofía o la teología, que pasan a ser empleados con otro significado en
otras ramas de la ciencia; de manera que se les pretende dotar de un
determinado sentido físico cuando o bien su significado original es filosófico
o bien son tomados de otras teorías científicas en las que tenían un
significado y una función original diferente.
6.- “Expulsar al
creador”.
Parafraseando a Stephen Hawking, podríamos decir que “Expulsar
al Creador” ha sido una de las prioridades esenciales de los defensores de las
teorías de la “Auto-creación”. Ahora bien, si se quiere ser racionalmente
riguroso (por lo que los prejuicios ideológicos deberán ser dejados de banda)
nos encontraremos con el hecho de que incluso aceptando la hipótesis de que el
Universo se autocreara no queda excluida la posibilidad de hacer referencia a
un Creador, dicho de otro modo: no resulta irracional afirmar su existencia.
¿Por qué? Por la sencilla razón de que el Universo tiene el origen, sea cual
sea éste, y la estructura que tiene gracias a que existen unas leyes físicas
que le hacen ser como es. Pues bien, si el Universo se crea a sí mismo lo hará
porque unas determinadas leyes físicas le hacen originarse de este modo. Ahora
bien ¿cuál es el origen de esas leyes físicas? Ellas no pueden ni: a)
originarse con el Universo, puesto que han de serle, de alguna manera,anteriores para
poder originarle, ni b) originarse a sí mismas, ya que nada puede ser
causa-efecto de sí mismo. Así, pues, incluso aceptando la hipótesis de que el
Universo se hubiera creado a sí mismo, no resultaría irracional la aceptación
de la existencia de un Creador.
A finales de los ochenta del pasado siglo Hawking sorprendió
con un libro que fue un auténticobest-seller: Historia del tiempo6 . El objetivo que se marcaba Hawking
era responder a la pregunta: “¿qué es lo que insufla fuego en las ecuaciones y
crea un universo que puede ser descrito por ellas?” 7 ; o lo que es lo mismo: ¿por qué
existe el universo? Y ¿por qué es cómo es?. El optimismo cientificista con el
que se redactó aquella obra llevó a Hawking a concluir que: “si encontráramos
respuesta a esto, sería el triunfo definitivo de la razón humana, porque entonces
conoceríamos el pensamiento de Dios” 8 . Cuando escribió este libro su meta
era: “una completa comprensión de lo que sucede a nuestro alrededor y de
nuestra propia existencia” 9 . La conclusión a la que llegó Hawking
en esa obra era la existencia de un universo autocontenido, sin principio ni
fin, limitado pero sin fronteras ni bordes, en donde no hay lugar para un
creador; en el universo de Hawking Dios no tiene nada que hacer, no le queda
ningún papel por representar 10 . Todo esto sería posible a partir
del momento en que formuláramos una Teoría del Todo que nos permitiera
comprender la totalidad de la naturaleza a partir de unas leyes fundamentales.
El optimismo de Hawking quedaba patentizado en la siguiente afirmación:
“Todavía creo que hay razones para un optimismo prudente sobre el hecho de que
podamos estar ahora cerca del final de la búsqueda de las leyes últimas de la
naturaleza” 11 . En El universo en una cáscara
de nuez12 ; obra publicada en el año 2002,
Hawking insiste en la idea de que el universo está autocontenido y no tiene
fronteras 13 , con las consecuencias filosóficas,
antropológicas y teológicas que ello conlleva. Sin embargo el optimismo de
Hawking muestra aquí oscilaciones. Por un lado insiste en que: “ya hemos hecho
notables progresos en la comprensión del cosmos, particularmente en los últimos
años. Aunque no tenemos una imagen completa, podría ser que no estuviera
lejana” 14 . Pero, por otra parte, esta
explícita declaración optimista de cientificismo promisorio triunfante choca
con la moderación expresada en el Prefacio, en donde declara que: “en 1988,
cuando fue publicada por primera vez la Historia del tiempo, la Teoría
definitiva del Todo parecía estar en el horizonte (...)hemos avanzado mucho
desde entonces, pero aún queda mucho camino por recorrer y aún no podemos
avistar su fin” 15¡Qué significativas son estas palabras!.
La Teoría del Todo depende de la correcta elaboración de una
teoría completa de la gravedad cuántica (teoría que lograría reconciliar la
teoría de la relatividad general con la mecánica cuántica), algo que el propio
Hawking reconoce que todavía no se ha conseguido 16 . De hecho en Historia del
tiempo ya advirtió Hawking que su afirmación de la existencia de un
Universo sin fronteras (y, por lo tanto, sin “tarea” para Dios) era tan solo
una propuesta porque no se sabía cómo combinar la relatividad general
con la mecánica cuántica, y porque tampoco se sabía como establecer
predicciones que estén de acuerdo con la realidad, algo consubstancial a toda
teoría científica que se precie 17 . En su actual obra también advierte
que la ausencia de contornos es igualmente una propuesta 18 .
El universo en una cáscara de nuez es un libro mucho
menos beligerante. Tanto enHistoria del tiempo como en la serie de
conferencias que, durante los tres años siguientes impartió por todo el mundo,
Hawking no se cansó de proclamar explícitamente que Dios no tenía cabida en su
universo. Ahora no es que haya renunciado a esta tesis, pero sí que la expone
con menor radicalidad y de una forma mucho más sutil. El objetivo último de
Hawking es lograr demostrar que: “el origen del universo debería ser gobernado
por las mismas leyes que lo rigen en otros instantes” 19 . En otras palabras: el universo
debió de autocrearse a sí mismo gracias a las mismas leyes que gobiernan su
desarrollo. El problema reside aquí en cómo compatibilizar con sentido lógico
el hecho de que las leyes de la naturaleza, que sólo existen cuando hay
universo, sean las que hagan que haya universo. O lo que es lo mismo, las leyes
de la naturaleza deberían de hacerse así mismas al mismo tiempo que hacen
existir al universo. La cuestión estriba en averiguar cómo unas leyes que
nacen con el universo, hacen, al mismo tiempo, nacer al universo. En
definitiva, deberían ser causa sui (causa y efecto de sí mismas),
algo que resulta ser física y metafísicamente imposible.
Sin renunciar a sus planteamientos fundamentales, el actual
Hawking es más consciente de las limitaciones de nuestro conocimiento, el
optimismo desbordante de su cientificismo irrestricto de los ochenta ha dado
paso a una cierta prudencia intelectual a la hora de exponer sus tesis, que
incluye le reconocimiento de la posibilidad de que tal vez nuestra mente se vea
desbordada por la complejidad de la realidad y por ello nunca seamos capaces de
llegar a comprender perfectamente todo: “Debemos intentar comprender el
comienzo del universo a partir de bases científicas –declara Hawking-. Puede
que sea una tarea más allá de nuestras capacidades, pero al menos deberíamos
intentarlo” 20 . ¡Qué lejos se haya esta aseveración
del dogmatismo con el que se expresaba Hawking en Historia del tiempo!.
7.- Ciencia,
Filosofía y Religión.
En algunas ocasiones se ha podido presentar estas tres
disciplinas entrando en conflicto entre sí. Tal vez puede haber habido algún
momento puntual en el que esto sucediera, pero ni ha sido algo frecuente ni
actualmente esto es así. Es más, no debe olvidarse que la inmensa mayoría de
filósofos y científicos medievales eran hombres ordenados sacerdotalmente. Si
se quiere ser objetivo debe reconocerse, también, el hecho histórico de que los
fundadores del método experimental, y con ello los padres de la nueva ciencia,
eran personas profundamente religiosas. Hoy son muchos los hombres de ciencia
que profesan una u otra fe, desde los que defienden una especie de panteísmo
(Einstein), hasta los que son musulmanes (Abdus Salam) o católicos (Sir John
Eccles). Algunos de ellos han sido galardonados con el Premio Nobel (este es,
precisamente, el caso de los tres ejemplos que hemos citado). La enumeración de
los científicos de primera línea, tanto actuales como de siglos anteriores, que
profesan o han profesado algún tipo de fe religiosa sería sumamente copiosa y
no procedería incluirla en un artículo como este; máxime cuando existe ya una
excelente obra, en lo que a este punto concreto se refiere, en el mercado
editorial 21 .
¿Qué demuestra esto? ¿Qué la ciencia es la antesala de la
religión? ¿Qué la ciencia, a través de la filosofía, es un camino que lleva
claramente hasta Dios? La verdad es que no. Se trata de ámbitos autónomos que
tienen su propio objeto de estudio y sus propios métodos de investigación. Pero
también es cierto que, por las mismas razones, la ciencia no puede ser
utilizada para fundamentar las negaciones de las realidades metafísicas
estudiadas por la filosofía y la religión. Simplemente, Filosofía, Ciencia y Religión
constituyen tres ámbitos de la realidad humana que, de suyo, no sólo no se
excluyen entre sí, sino que se complementan, de manera que los tres, junto con
muchos otros aspectos, resultan necesarios para la configuración de una vida
humana integral, ya que, el conocimiento humano no se conforma con la
aprehensión de las causas segundas o instrumentales (Ciencia), sino que, por
naturaleza, el ser humano busca el conocimiento de las causas últimas del ser
del ente (Filosofía, Religión), tal como han reconocido numerosos filósofos de
innegable prestigio. Y es que el ser humano no se conforma sólo con saber cómo
es el ente (Ciencia), sino que también quiere saber por qué es (Filosofía,
Religión). ¿Por qué hay ser en vez de nada? Esta es la gran pregunta que
desafía a la inteligencia humana. Dar con la respuesta significa
entender la realidad en su aspecto más fundamental.
Actualmente se admite de una forma unánime que la Ciencia no
puede responder satisfactoriamente a las preguntas últimas que se plantea el
ser humano. Si tenemos en cuenta que estas son, precisamente, las que más
afectan e interesan al ser humano, por su radicalidad e importancia,
comprenderemos por qué la razón humana, aún reconociendo la altísima dignidad
del conocimiento científico positivo, no puede detenerse en dicho horizonte
considerándolo el límite último alcanzable por el esfuerzo racional, sino que,
de un modo natural se verá llevada a trascender el ámbito de la realidad
sensorial para poder hallar el fundamento no empírico de la realidad empírica.
Dada esta situación, la ciencia resulta incapaz de
determinar si Dios existe o no, si el alma humana existe o no, y si existe si
es inmortal o no. Tampoco podremos hallar en el ámbito de la investigación
científica experimental la razón última de nuestra existencia, o la respuesta
que nos clarifique cuál es el sentido de nuestra muerte o el del dolor y el
sufrimiento moral. Tampoco la Filosofía podrá dar una respuesta absoluta y
completa a todos estos interrogantes, pero sí podrá arrojar mucha luz y
contribuir a descubrir que el ser humano tiene, por naturaleza, una apertura
hacia la trascendencia. De manera que se deberá analizar y precisar cuál es el
significado de dicha apertura, para poder determinar en qué consiste y que
implicaciones comporta para la vida humana la relación inevitable entre el
hombre y el ser Trascendente fundamento último de la totalidad de la realidad.
Notas
(1) De hecho, lo que sostiene la teoría del
Big Bang es que no son las galaxias las que se alejan las unas de las otras a
través del espacio, sino que es el propio espacio-tiempo el que se dilata
y, al expandirse, aleja a los cuerpos que se hallan en él, de la misma manera
que lo harían unos puntos de la superficie de un globo cuando éste se hinchara.
(2) Todavía hoy resulta imposible datar con
toda seguridad el momento exacto en el que se produciría la gran explosión. Tradicionalmente
se venía considerando que debió suceder hace unos 15 mil millones de años. Sin
embargo, recientes investigaciones, que han contado con la inestimable ayuda
del telescopio espacial Hubble, han adelantado la fecha de tal acontecimiento
considerando como más plausible la hipótesis de que hubiera sucedido hace unos
12 mil millones de años. De todos modos, se trata de un tema abierto y sujeto a
constantes revisiones.
(3) P recisamente éste sería el autor que
acuñaría la célebre expresión “Teoría del Big-bang” para referirse al modelo
cosmológico de expansión explosiva.
(4) Cf. Steven. Weinberg: Los tres
primeros minutos del Universo; Alianza Editorial, Madrid, 1979, pp. 131-132.
(6) Stephen Hawking: Historia del
tiempo. Del big bang a los agujeros negros; Crítica, Barcelona, 1989. Pese al
título de la obra, se trata de un libro en el que no se estudia ni la historia
del tiempo ni su naturaleza.
(21) Antonio Fernández Rañada: "Los
científicos y Dios"; Ediciones Nobel, Oviedo, 2000; 390 págs. Partiendo
del hecho de que "ciencia y religión han modelado el mundo y determinado
los valores asumidos de tal modo que nuestra sociedad sería inimaginablemente
distinta sin ellas" Antonio Fernández Rañada logra echar por tierra un
tópico fuertemente establecido entre los a prioris culturales de nuestra
sociedad. El autor destaca que "para una parte de la opinión pública, la
ciencia se opone necesariamente a la fe en Dios y los científicos son todos
ateos", tratándose de una convicción que "forma parte de la imagen
popular bien establecida". Partiendo de estas premisas, lo que Fernández
Rañada pretende demostrar es que "el sobreentendido de que ciencia y
religión son incompatibles es infundado", explicitando con toda claridad
que "la tesis esencial del libro (es) la notoria falsedad del estereotipo
de (que) los científicos se oponen necesaria y radicalmente a la experiencia
religiosa". De modo que cuando se sostienen que los científicos se oponen
radicalmente al trascendentalismo religioso en virtud de un materialismo
científico que profesan sin excepción, se está haciendo una afirmación
totalmente gratuita. En rigor esto no es así, ya que "entre los científicos
se reproduce la misma diversidad que observamos entre la demás gentes:. Los hay
cristianos, agnósticos, ateos, musulmanes, fervorosos, tibios, teístas sin
religión particular, deístas..." Ciencia y religión no son, por tanto,
incompatibles. Esto lo demuestra el hecho de que el pensamiento científico y
religioso no se contradicen por tratarse de dos maneras distintas de acercarse
a una realidad que atrae irresistiblemente al hombre.
En esta obra Rañada logra demostrar que no es cierto que los
científicos sean básicamente ateos. Podría objetarse que el autor sólo cita
científicos creyentes, obviando a los ateos y a los agnósticos. Cierto. Pero no
hay que olvidar que lo que se persigue en este libro es, precisamente,
demostrar que existen muchos científicos de primera línea que son creyentes. Un
objetivo que se alcanza con creces.
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