Por Juan Pablo Montero Palacios[1]
INTRODUCCIÓN.
Las aproximaciones hechas en los capítulos anteriores han mostrado algo de
historia de la filosofía, los instrumentos del filosofar y el poderoso
horizonte propio de la reflexión filosófica, a saber, el ser. Sin embargo, el
campo de la acción filosófica no se “reduce”[2]
al campo de lo trascendental y “abstracto”. La tarea filosófica se encarga,
también, de reflexionar en torno a las cuestiones fundamentales de la
naturaleza (φύσις) y de la misma ciencia, entendida en los términos de los
movimientos modernos.
De esta manera, la siguiente exposición pretenderá ofrecer una visión
histórica del problema científico, además de un análisis de las condiciones de
posibilidad de los requerimientos de toda ciencia, sobre todo en los contextos
actuales, en los que el carácter científico ha hecho patente la necesidad de
las reflexiones filosóficas, en búsqueda de la recuperación de los fundamentos
primarios de la racionalidad científica.
1. DEL CONOCIMIENTO EMPÍRICO
COTIDIANO AL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO SOFISTICADO.
- Cotidianidad y cientificidad.
- La “via
antiqua” de la ciencia.
- El renacimiento y la “nova scientia”.
- La fundamentación filosófica de la nueva
ciencia. Génesis de la modernidad.
- La caracterización de la ciencia moderna y su
reflexión filosófica.
COTIDIANIDAD Y CIENTIFICIDAD.
Es bueno empezar por la caracterización radical del problema a tratar en
esta sección. En efecto, seguimos hablando del conocimiento, en cuanto es
fuente y culmen de todo desarrollo de la ciencia. Las determinaciones
científicas, evidentemente, han cambiado diametralmente, de tal suerte que no
es lo mismo hablar de la “ciencia” para Aristóteles que para Comte (sólo por
citar un ejemplo). Dada esta situación, haré, en primer lugar, una
diferenciación entre conocimiento cotidiano
y el moderno conocimiento científico.
1. Conocimiento cotidiano. Sin ánimo de ofender, algunos autores
designan también a este tipo de conocimiento como “vulgar”, no en el sentido
sumamente peyorativo del término, sino en la medida en que este conocimiento es
de carácter pre-científico, lo cual
significa que no sobrepasa las escalas de lo cotidiano, lo vivido, lo
abstracto, etc. No se trata aquí de hacer una devaluación de los aportes del
conocimiento cotidiano; por el contrario, “lo que ahora denominamos saber
vulgar, por lo menos para el hombre de ciudad, está impregnado de nociones
científicas y pseudo-científicas que han ido pasando insensiblemente al uso de
todos, organizándose espontáneamente en lo que se suele llamar verdades de
sentido común”[3].
No se puede afirmar que en el conocimiento
cotidiano no exista un nivel propio de reflexión, ni mucho menos la adquisición
de una serie de “verdades”. Pero es probable que las pretensiones del mero
conocimiento empírico sean demasiado elevadas y estén reclamando por un
estatuto científico inalcanzable.
Este estadio del conocimiento se vio superado
desde las mismas reflexiones de los presocráticos, por medio de la acuñación de
datos de la experiencia y los intentos de sistematización de ellos. No
obstante, el reclamo del estatuto científico como tal fue hacho desde el
renacimiento y, sobre todo, con el ideal de la modernidad.
2. Conocimiento Científico. En el contexto de la modernidad, consiste
en toda sistematización de los datos obtenidos por la experiencia, siguiendo
siempre un método, lo que implica un cierto conocimiento previo de lo que se
desea alcanzar. Se supone que el conocimiento aportado por la ciencia es el más
exacto en el campo de la razón humana, y es precisamente ése su estandarte
propio.
La cientificidad es caracterizada por la idea de
verificabilidad, en tanto que todo el conocimiento adquirido científicamente
sustenta sus bases en la adecuada demostración de sus investigaciones. Lo
anterior implica el paso importante que da el hombre de lo cualitativo a lo cuantitativo,
pero esto es tema posterior. Ahora es necesario ver cómo se dio el proceso de
la deducción a la inducción en el conocimiento.
LA “VIA ANTIQUA” DE LA CIENCIA.
Si bien se habló ya del conocimiento científico como verificación,
precisión, experimentación, en el sentido de los antiguos no se encuentra de
manera tan taxativa esta definición, de forma tal que no sería conveniente
aplicar a sus reflexiones la caracterización moderna; pero es siempre
importante tener en cuenta que la ciencia conoce sus orígenes en la filosofía
y, de forma concreta, en la filosofía antigua. Por tanto, haré un repaso
histórico a través de los presocráticos, haciendo un alto en Aristóteles y
examinando el recorrido del medioevo.
1. La “cosmología” presocrática”. Son bien conocidos los precursores de la
filosofía por sus múltiples investigaciones en el campo del conocimiento de la
φύσις. Se puede decir que ya en esa época hubo una serie de asombrosas
investigaciones de carácter científico. La asombrosa predicción que hizo Tales
de Mileto sobre un eclipse (según cuentan) es un buen ejemplo del uso de la
razón en la observación de los datos de la experiencia. Anaximandro hizo un
mapa de la tierra, valiéndose de una serie de mediciones. Ahora bien, la
ciencia matemática, tan venerada en la modernidad, obtuvo magistrales
desarrollos en la escuela pitagórica.
Sin embargo, tampoco se puede decir que los
presocráticos fueron propiamente científicos, dado que todas sus
investigaciones se encaminaron siempre a una explicación metafísica del mundo[4].
La “ciencia” presocrática no logró desprenderse totalmente de la concepción
fantasiosa del mundo griego; hasta en Platón mismo hay un fortísimo toque de
magia y mito. Pero esta visión nos ayuda a entender, definitivamente, que la
ciencia no surgió de golpe en el pensamiento humano, sino, por el contrario, se
desarrolló en un proceso que no puede ser desconocido.
2. Aristóteles: La “prima scientia”. Se puede decir que el mayor desarrollo
científico en la antigüedad fue promulgado por el gran maestro de occidente:
Aristóteles. En efecto, la filosofía del estagirita “sobrepasa con mucho a
todos sus sucesores, por la originalidad del método que le permitió anticipar
la ciencia de futuros milenios”[5].
Las investigaciones de Aristóteles constituyeron
–y constituyen aún- un sólido punto de apoyo para los desarrollos posteriores
de la ciencia. Además de su metafísica, de la cual ya se ha hablado, el
compendio de las obras aristotélicas abarca una estelar gama de problemas (que
permanecen todavía en nuestros tiempos): Zoología, astronomía, medicina
(estudios anatómicos), filología, lógica, entre otros.
Lo que atañe a los intereses de este trabajo es,
precisamente, el método del que se sirvió Aristóteles para sus investigaciones.
Si bien la filosofía anterior, en concreto la platónica, se había servido de la
deducción de la causa formal o ideal para explicar la multiplicidad de
fenómenos del mundo y la vida concreta del hombre, la propuesta metodológica de
Aristóteles, la inducción, se valía
de la observación de los fenómenos para extraer las explicaciones universales y
esenciales del devenir natural.
Es importante aclarar que Aristóteles trabajó con
lo que en la época tenía al alcance. No podemos pedirle al Filósofo una
explicación severamente rigurosa y altamente comprobable, a la manera de los
científicos modernos, dado que él no contaba con instrumentos de la precisión
actual. Lo que se debe decir de Aristóteles es que es el legítimo “padre de la
ciencia”, en cuanto la proposición de su método y su aplicación lograron
resultados increíbles para la posteridad.
3. La tradición científica en el medioevo. Como se debe saber, la recuperación y
recopilación de las obras aristotélicas en la edad media fue llevada a cabo por
los árabes, no por los latinos. Es más, la “aristotelización” de estos últimos
no se hubiera dado si no hubiera habido contacto con el mundo islámico.
Pensadores como Avicena y Al Farabi fueron grandes estudiosos de la ciencia de
Aristóteles y, si el Islam no hubiera sido contaminado por el fanatismo
impulsado por los turcos, bereberes y mongoles, quienes obligaron al buen
musulmán a repudiar la filosofía[6].
Afortunadamente, se dio la transmisión de los conocimientos adquiridos a los
latinos.
Tal vez el mayor pensador de la doctrina
aristotélica fue santo Tomás de Aquino, con sus múltiples comentarios a
Aristóteles y las interpretaciones aplicadas en el contexto de la escolástica.
El gran problema de esto fue la poderosa cristianización de la ciencia. En
efecto, la filosofía como ancilla
theologiae se ve sustraída casi siempre a la reflexión sobre el poder de
Dios y las teorías creacionistas, de tal manera que la “ciencia” vuelve a la
deducción y se sumerge en el fango de la incredulidad y la cerrazón ante los
desarrollos de los científicos. Todo esto reafirmado por la prohibición
eclesiástica de la enseñanza de la filosofía de Aristóteles, por lo menos en
los centros de educación católica.
Con Nicolás de Cusa[7],
el estudio de la naturaleza recobra un cierto carácter renovado, como
anunciando ya los adelantos alcanzados en el renacimiento. En resumen, la
contribución del cusano a la ciencia consistió en el fuerte cuestionamiento de
la doctrina tolemaica según la cual el universo es estático y la tierra es su
centro. Es la preconización de los estudios copernicanos y galileanos.
En conclusión, la doctrina científica se vio fuertemente beneficiada por la
filosofía de Aristóteles, pasó por los árabes, pero decayó con la
cristianización medieval y la doctrina escolástica. Como se puede apreciar, los
rasgos del renacimiento no fueron propiamente espontáneos, sino que se lograron
como fruto de una constante crítica de la racionalidad medieval y de las nuevas
especulaciones, sobre todo en la decadencia de la edad media.
EL RENACIMIENTO Y LA “NOVA SCIENTIA”.
El período de la humanidad, llamado renacimiento, consistió en una
emancipación espiritual, en sus inicios artística y cultural, entre la segunda
mitad del siglo XIV y el siglo XVII, con el nacimiento de la modernidad. Las
ideas del renacimiento fueron sustancialmente innovadoras y de una rebeldía
impresionante.
A pesar de que el renacimiento no fue pensado en términos de desarrollo
científico, sino en términos de arte, literatura y afines[8],
los nuevos descubrimientos científicos no podían permanecer ocultos. Ya las
universidades se habían convertido en centros de retórica y de discusiones
vacuas, en torno a un montón de tautologías. De esta manera, pues, los nuevos
sabios empezaron a trabajar bajo la sombra de los grandes centros de enseñanza
de la autoritas, propugnando así el
vencimiento del temor al conocimiento. En este contexto precisamente se desarrolla
la reforma protestante (siglo XVI) con Martín Lutero; también las exageraciones
del arte barroco, los asombrosos inventos de Da Vinci, etc.
Por otra parte, la historia de la astronomía dio un giro drástico en el
siglo XVI como resultado de las aportaciones del astrónomo polaco Nicolás
Copérnico. Dedicó la mayor parte de su vida a la astronomía y realizó un nuevo
catálogo de estrellas a partir de observaciones personales. Debe gran parte de
su fama a su obra “De revolutionibus
orbium caelestium” (1543), donde analiza críticamente la teoría de Tolomeo
de un Universo geocéntrico y muestra que los movimientos planetarios se pueden
explicar atribuyendo una posición central al Sol más que a la Tierra.
“No se prestó mucha atención al sistema de Copérnico, o sistema
heliocéntrico, hasta que Galileo descubrió pruebas para defenderlo. Gran
admirador secreto de la obra de Copérnico, Galileo vio su oportunidad de probar
la teoría copernicana sobre el movimiento de la Tierra cuando se inventó el
telescopio en Holanda. En 1609 construyó un pequeño telescopio de refracción,
lo dirigió hacia el cielo y descubrió las fases de Venus, lo que indicaba que
este planeta gira alrededor del Sol. También descubrió cuatro lunas girando
alrededor de Júpiter. Convencido de que al menos algunos cuerpos no giraban
alrededor de la Tierra, comenzó a hablar y a escribir a favor del sistema de
Copérnico. Sus intentos de difundir este sistema le llevaron ante un tribunal
eclesiástico. Aunque se le obligó a renegar de sus creencias y de sus escritos,
esta teoría no pudo ser suprimida”[9].
La teoría heliocéntrica constituyó un golpe fuerte a la cultura media de la
época, ya que el descubrimiento de un universo ilimitado dejaba muy mal parada
a la ciencia desarrollada hasta el momento y a la tradición eclesiástica[10].
Los desarrollos renacentistas llevaron al espíritu humano a las puertas de
la modernidad, en donde la cientificidad vino a ocupar un privilegiado lugar en
la historia de la humanidad.
LA FUNDAMENTACIÓN FILOSÓFICA DE LA NUEVA CIENCIA. GÉNESIS DE LA MODERNIDAD.
Ante tales desarrollos, la reflexión filosófica se dio cuenta de que esta
“nueva ciencia” requería inmediatamente de una fundamentación
lógico-metodológica, por así decirlo.
Esta fundamentación se llevó a cabo entre dos corrientes de pensamiento,
orígenes de la filosofía moderna: racionalismo y empirismo, cada una con su
principal representante.
1. René Descartes (1596-1650). El “padre de la modernidad” se preocupó
mucho por hallar un punto de apoyo realmente sólido en las ciencias; es por
esto que plantea su máxima “cogito,
ergo sum”[11].
Teniendo al “yo” como fundamento seguro de la ciencia (y a Dios como su
garante), Descartes instaura el método de la duda, según el cual no se puede
aceptar como verdadero nada que no sea claro y distinto. Fue realmente un gran
aporte al desarrollo científico, a pesar de los errores metodológicos y
epistemológicos que supuso el cartesianismo.
2. Francis Bacon (1561-1626). De la tradición empirista, se le reconoce
haber aportado a la lógica el método experimental inductivo, ya que
anteriormente se practicaba la inducción mediante la simple enumeración, es
decir, extrayendo conclusiones generales de datos particulares. El método de
Bacon consistió en inferir a partir del uso de la analogía, desde las
características o propiedades del mayor grupo al que pertenece el dato en
concreto, dejando para una posterior experiencia la corrección de los errores
evidentes. Este método representó un avance fundamental en el método científico
al ser muy significativo en la mejora de las hipótesis científicas.
LA CARACTERIZACIÓN DE LA CIENCIA MODERNA Y SU REFLEXIÓN FILOSÓFICA.
Teniendo en cuenta los elementos mencionados anteriormente, se puede decir
que la ciencia ha sufrido una serie de severos y rigurosos cambios, no sólo en
sus metodologías, sino también en la misma forma de concebir el mundo de los
fenómenos en el devenir del desarrollo humano.
Después de Descartes y Bacon, la especialización de la ciencia ha sido cada
vez mayor, de forma tal que es difícil, en nuestros tiempos, elaborar una
clasificación más o menos taxativa de ella. Es de esperarse, pues, que la
reflexión filosófica intente abarcar el problema de la ciencia buscando un
resquicio de unidad en medio de su multiformidad, algunas veces privilegiándola
sobre toda otra reflexión (cientismo, positivismo), otras, intentando una
re-encarnación (humanización) de los adelantos científicos.
A modo de conclusión, quiero proponer un cuadro comparativo en el que se
establece conexión entre las ciencias antigua y moderna, haciendo ciertos
énfasis en puntos que considero vitales para la reflexión de una filosofía de
la ciencia.
REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA.
– Biblioteca de Consulta Microsoft ® Encarta
® 2005. © 1993-2004 Microsoft Corporation.
– DESCARTES,
René. Discurso sobre el método. Madrid,
Alfaguara, 1975.
– DESCARTES, René. Reglas para la dirección del espíritu.
México, Universidad autónoma de México, 1972.
– HIRSCHBERGER,
Johannes. Historia de la Filosofía.
Barcelona, Herder, 1997.
– JAEGER, Werner. Aristóteles. México, Fondo de cultura económica, 2001.
– KOYRÉ, Alexandre. Del mundo cerrado al universo infinito.
España. Siglo veintiuno editores, 1979.
– KOYRÉ, Alexandre. Estudios de historia del pensamiento
científico. España, Siglo veintiuno editores, 1988.
– LONERGAN, Bernard. INSIGHT. A study of human understanding.
Glasgow, Longmans, 1957.
–
MACHAMER,
Peter. The Cambridge companion to Galileo. USA , Cambridge , 1999.
–
PELTONEN,
Markku. The Cambridge companion to Bacon. USA , Cambridge , 1996.
– ROMERO,
Francisco. Lógica. Buenos Aires, Losada, 1973.
[1] Actualmente
es estudiante de Derecho de la Universidad Católica. Correo electrónico: juanpablomonterop@yahoo.com.ar
[2] Entre comillas el término, dado que
decir que la reflexión filosófica se reduce es una contradicción con la propia
definición de filosofía.
[3] ROMERO, Francisco. Lógica. Buenos Aires, Losada, 1973.
[4] Cf.
HIRSCHBERGER, Johannes. Historia de la filosofía
I. Págs. 44-52.
[5] JAEGER, Werner. Aristóteles. Pág. 377.
[6] Cf. KOYRÉ, Alexandre. Estudios de historia del pensamiento
científico. Págs. 18-21.
[7]
Nicolás de Cusa (1401-1464). Filósofo y matemático alemán, de fuerte influencia
platónica, que participó en el concilio de Basilea (1431-1449) y fomentó
múltiples desarrollos en astronomía.
[9] Biblioteca de Consulta Microsoft ® Encarta ® 2005. ©
1993-2004 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos.
[10] Cf. KOYRÉ, Alexandre. Del mundo cerrado al universo infinito.
[11] Descartes, René. Discurso sobre el método. Pág. 12.
la verdad necesitaba mas sobre el discurso del metodo de descartes pero aun asi gracias
ResponderEliminarAlexandra, gracias por dejarnos tus comentarios, recuerda que este es un blog para estudiantes de bachillerato. Sin embargo, si necesitas alguna asesoría sobre estos temas, puedes contarnos en discoduroalx@gmail.com, estaremos en disposición de generar un espacio académico.
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